12 de agosto de 2011


MOMENTO DE LECTURA

Fuente: La Voz del Interior 12.06.11 RAQUEL SARALEGUI Especial

Entrevista a Sergio Sinay
LA FELICIDAD
no es un derecho ni un deber
Sociólogo y escritor, se indigna por la confusión reinante entre diversión y felicidad y por la cultura de la eterna juventud.

En estos tiempos en que la felicidad parece ser una zanahoria que estamos obligados a perseguir, el escritor y especialista en vínculos humanos Sergio Sinay afirma que, antes que una meta, es una consecuencia.
"Cuando uno elige vivir una vida buscándole el sentido, con valores, creando vínculos donde el otro es un fin, va teniendo momentos felices". Como una mariposa que posa en el hombro, "la felicidad nos alcanza, es inútil perseguirla".

Sociólogo, formado en psicología gestáltica, tras una carrera en el periodismo del que se alejó hace dos décadas, es autor de más de 20 libros -algunos de ficción- y acaba de publicar La felicidad como elección, un ensayo que dice haber escrito en estado de indignación ante la confusión reinante entre diversión y felicidad.


-¿Por qué decidió escribir sobre este tema?
-Hace tiempo empezó a molestarme la insistencia en que todo tiene que ser divertido: contame algo divertido, veamos una película divertida, que no me haga pensar. Es la diversión de la cosquilla, cuando cesa el estímulo dejo de reír. Y hoy existe una confusión entre placer y felicidad; un populismo de la felicidad, tenemos que ser felices.

-¿Cómo un mandato?
-Sí, en una conferencia escuché decir a uno de los gurúes de la autoayuda que no solo tenemos el derecho, sino el deber de ser felices. Y yo pensaba: cuando la gente que ahora aplaude esta arenga populista salga, se va querer suicidar, porque ¿a quién le reclama ese derecho? Todo derecho es un deber de otra persona. Si además es un deber y no logro cumplirlo, soy un fracasado. La felicidad no es un derecho ni un deber.

-¿Y qué es?
-Es la consecuencia de la manera en que elijo vivir. Nos dieron una vida y un plazo para descubrir en ese lapso el sentido de nuestra vida, que es único e intransferible y hay que explorarlo, pensar para qué estoy acá.

-¿La pregunta clave es "para qué"?
-Claro, pero el sentido de la vida de una persona siempre está vinculado a los otros. Y cuando uno elige vivir una vida buscándole el sentido, con valores, creando vínculos donde el otro es un fin y nunca un medio, va teniendo momentos de felicidad. No es que se alcanza y la guardás para siempre, como tampoco el sentido.

-Porque las personas van cambiando.
-Los seres vivos estamos en transformación permanente y el sentido está en un movimiento constante, lo importante es estar conectado a esta idea, los momentos felices son como huellas que va dejando nuestra manera de vivir. Los que apuntan a la felicidad como una meta se abonan a la infelicidad.

-¿Por qué?
-Porque son personas insatisfechas que se viven preguntando por qué no soy feliz si no me falta nada. ¡Y les falta haberse preguntado si la vida es eso que tienen o si pasa por otro lado! Escribí este libro en estado de indignación por este marketing de la felicidad, que necesita gente insatisfecha con lo que tiene.

-Para crear necesidades. . .
-Para crear deseos que se hacen sentir como necesidades. En la punta de la pirámide de las necesidades de Abraham Maslow está la de autorrealización -la de sentir que he realizado mis potencialidades- y para eso algunos tendrán el camino más llano y otros no; pero si no se atiende, genera sufrimiento y dolor. Es la angustia de una existencia vacía de significado, que no se puede inyectar en forma de bótox. El tiempo no se puede detener, sin embargo te ofrecen verte más joven y ser feliz.

-¿Está prohibido envejecer en esta cultura?
-Sí, es la cultura del "juvenismo", ser joven es bueno y ser viejo es malo porque sí, son dogmas. Los ciclos de la vida van en una dirección y uno tiene que saber subir con ellos, aprender eso también es una manera de ser feliz. La felicidad no está en las pastillas, ni en las drogas ni en el auto.

-Tampoco en el dinero, aunque hoy se escucha cada vez más que la plata no alcanza, que hay que trabajar más...
-Habría que preguntarles a los que dicen eso cuántas cuotas de qué cosas están pagando. Para pagarlas hay que trabajar más y sacar tiempo a los vínculos o a lo que a uno le gusta hacer, entonces posterga eso para cuando sea viejo, pero quién te asegura que vas a llegar a viejo. El tiempo real de vida es ahora, levantarse y volver a acostarse es un milagro que damos por hecho; hay que cultivar el día, el ahora.

-Sin perder la mirada en los proyectos, ¿no?
-Por supuesto, el que tiene un "para qué" siempre va a encontrar un "cómo". Saramago terminaba una novela y empezaba otra, no decía "para qué, si ya tengo 85 años". El que no tiene un "para qué" va cambiando de "cómos" todo el tiempo; tengo que cambiar de pareja, mudarme, cambiar el auto, la computadora. Otras de las confusiones de hoy es entre calidad de vida y vida de calidad.

-¿En qué se diferencian?
-Calidad de vida es todo lo que te llena de cuotas, la llave de la felicidad está afuera. Una vida de calidad es conectar con tus sentimientos e ir respondiendo las preguntas que la vida nos hace. Decía Víctor Frankl que vivir es responder, que somos seres interrogados por la vida a través de situaciones de todo tipo. Los imponderables existen y hay que vivir con el misterio, la incertidumbre, pero cuando se logran integrar todas esas ideas uno puede tener momentos de felicidad.
Dicen que los peces tienen tres segundos de memoria, aunque está comprobado científicamente que no es así, pero los que me parece que tenemos tres segundos de memoria somos los argentinos. Dijimos "nunca más", "que se vayan todos", y volvemos a estar en esos mismos lugares. Es muy difícil que una sociedad sea feliz así.
-Lo escuché hablar de esos momentos con la imagen de una mariposa, ¿podría contarla?
-Edith Wharton, autora de La edad de la inocencia, decía que la felicidad es una mariposa que se te posa en el hombro cuando estás en una armoniosa combinación de tu mundo interno con el externo, y esto puede ocurrir en un momento de un vínculo, de la tarea que hacés, de contemplación del mundo. Pero si tratás de agarrarla tal vez se te escapa, o la atrapas y la rompés. La felicidad nos alcanza, es inútil perseguirla.

-En ese sentido, ¿cómo somos como sociedad?
-Bastantes infelices, consumistas. Dicen que los peces tienen tres segundos de memoria, aunque está comprobado científicamente que no es así, pero los que me parece que tenemos tres segundos de memoria somos los argentinos. Dijimos "nunca más", "que se vayan todos", y volvemos a estar en esos mismos lugares. Es muy difícil que una sociedad sea feliz así. Una sociedad tiene más posibilidades de ser feliz en la medida en que confía, y nosotros desconfiamos los unos de los otros.

-Pero hoy, por ejemplo, la corrupción gana los titulares de todos los diarios, ¿no?
-Si, ahora que estamos conversando está el caso Schoklender, pero probablemente en unos días salga otro y este pasará al olvido. A los argentinos nos interesa la corrupción en la medida en que no nos interrumpa el consumo enceguecido en el que estamos metidos. La nuestra es una sociedad sin memoria y absolutamente adolescente; no respetamos las normas; creemos que la transgresión es un mérito en sí mismo y tenemos ídolos transgresores, no ídolos revolucionarios, que oponiéndose a lo que hay proponen algo diferente y luchan por eso. Nuestros ídolos son Maradona, Charly García, los chicos de Gran Hermano. Una sociedad que mira masivamente Gran Hermano o a Tinelli está gravemente enferma.

-¿Es una sociedad que no quiere pensar?
-Que quiere permanecer adolescente y olvida que derecho y deber son las dos caras de la moneda. Simone Weil, filósofa francesa, decía que van siempre juntos, pero, de ordenarlos , primero están los deberes que siempre son hacia los otros y recién ahí uno puede exigir derechos. Y aquí empezamos al revés, exijo que se cumplan mis derechos y no tengo deberes con nadie. Es difícil que a una sociedad así se le pose la mariposa. Se puede posar en algunas personas que aun en medio de esto eligen llevar una vida coherente consigo misma. Y son muchas, las veo y eso me da esperanza.

-¿Cuándo se posa la mariposa en su hombro?
-Cuando estoy escribiendo hay momentos que siento que me dictan el texto, como una voz interna que tiene una cadencia que mis dedos van siguiendo sobre el teclado. También se posa cuando me encuentro con mi hijo que vive en Bariloche y charlamos una tarde entera de películas, fútbol, de cómo nos va. A veces, cuando estoy tomando un mate o estoy caminando con mi mujer en las mañanas. Y si me preguntaran si algunos de esos momentos justifica toda mi vida, diría que sí, que tuvo sentido.

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